Dos meses encerrados en casa. Con momentos buenos y menos buenos. ¡Pero qué maravilla es estar en familia! Hijos y padres recordarán siempre estas largas semanas entre cuatro paredes. Con sustos, penas, preocupaciones, cariño y tantos retos superados.
También hemos llorado por tantos difuntos por el coronavirus. Muchos lo han vivido en su propia familia. Ha desaparecido un familiar sin poder despedirle: nunca lo hubiéramos imaginado. Y este dolor no se va. Hemos rezado.
¿Por qué hemos superado los problemas y los enfados? Porque queremos ser siempre una familia unida. Porque es más importante el todo que la parte. Porque es más importante la unión que renunciar un ratito a mi voluntad. Porque la familia de cada uno es lo más valioso que tenemos.
El tiempo ha parado durante el confinamiento y hemos descubierto muchas cosas. La pregunta esencial: ¿volverá el estrés? ¿cómo hacer para no perder lo ganado? Estamos saliendo poco a poco de este encierro y tal vez es el momento de pararse a reflexionar: ¿Qué no puedo perder?
¿Y qué haremos con la familia? ¿Nos volverá a faltar tiempo para hablar? ¿Tranquilidad para jugar con los hijos? ¿Nos agobiaremos? ¿Nos enfadaremos? Cuando regresemos a la vida normal, que será muy pronto, el reloj seguirá corriendo, el trabajo será enorme, las preocupaciones grandes y el estrés nos acechará de nuevo…
Pero no. No perderemos el control. No cambiaremos las prioridades. Y si las perdemos las recuperaremos enseguida. Para el COVID-19 y para después del COVID-19 la respuesta es la familia. Corazón grande. Cuidar este gran tesoro.
Enrique Valls