
El Internet de las cosas es un Internet de servicios, es una modalidad que ofrece transacciones negociables y rentables que mejoran nuestra calidad de vida.

Las familias necesitan herramientas tecnológicas en su día a día que le permiten mejorar su calidad de vida. Junto a estas prestaciones, las aplicaciones web del futuro requerirán un aumento de seguridad, robustez, entornos eficientes que realmente velen por la privacidad de cada persona.
¿Qué se está haciendo para mejorar esta situación? ¿Tenemos que pactar con ese estar vigilados? ¿Voy a tener que prescindir de las ventajas de la tecnología porque se cuestiona mi privacidad? Por supuesto que no; en mi opinión, depende de cada uno. El usuario tecnológico debe poner de su parte para delimitar qué accesos está permitiendo y para eso necesita información y formación tecnológica. En Internet podemos encontrar mucho material al respecto: tutoriales, artículos de opinión de expertos. El idioma ya no es una barrera, lo que se necesita es tiempo y dedicación.
En 2017, veremos objetos inteligentes en estanterías, empezaremos a reducir gastos y a incrementar eficiencia y seguridad.
Estos son algunos cambios en los que se ve cómo el Internet de las cosas ya invade nuestro día a día:
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El coche inteligente avisará cuando toque revisión anual, además, recordará en el calendario las citas y sugerencias para sincronizar con una alarma en un solo click.
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Cuando una receta médica se esté acabando, se programará una cita con el médico automáticamente. Los doctores estarán informados de cuando toman sus pacientes las medicinas y qué problemas de salud tienen. Podrán controlar parámetros como la presión en sangre o los niveles de azúcar monitorizados remotamente.
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El alto consumo de energía de las aplicaciones de la casa se ajustará a la factura eléctrica. Los termostatos y la luz eléctrica “aprenderán” de los hábitos del usuario para crear un patrón basado en la vida diaria, como poner una temperatura adecuada, etc. El dispositivo se conecta al cuadro eléctrico de la casa. Ésta implementa un sistema M2M (machine to machine) para transmitir los datos mediante Wi-Fi a un servicio cloud desde el cual se procesan los datos para desagregar la información y estudiar el consumo de manera personalizada.
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Conducir será mucho más seguro. Los semáforos se ajustarán al tráfico a tiempo real y tendrán en cuenta emergencias. Habrá sensores que cambiarán el límite de velocidad basándose en el tiempo y los accidentes.
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Neveras inteligentes que sabrán cuando se está quedando sin alimentos básicos y automáticamente lo pondrán en la lista de la compra. Habrá recordatorios que añadir a la lista de la compra en base a un historial de compra en las tiendas.
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A través del Smartphone, los padres podrán monitorizar la respiración del bebé, la temperatura y su actividad. Sonará una alarma cuando haya algún comportamiento anormal.
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La tecnología wearable ha tomado la mayor atención del Internet de las Cosas. Muchos productos están ahora ya en su segunda o tercera generación, ofreciendo cada vez más diseño e integración con diferentes sistemas. Desde monitorizar la actividad durante un entrenamiento, hasta patrones de sueño o ayuda sanitaria.
Como botón de muestra, en este gráfico se explica la rápida evolución de Internet desde 2002.
Realmente no podemos imaginar lo que nos queda por ver, es esencial ir hacia el Internet por y para las personas que nos ayude a humanizar la red y ponerla realmente al servicio de cada persona.